El ultimo adios al hincha numero 1 de Barcelona... Paz en su tumba...

El ‘Hombre de la campana’, símbolo de la hinchada barcelonista, fue despedido con cantos y lágrimas


Mientras el cuerpo de Julio Espinoza era trasladado desde su domicilio hasta la iglesia Jesús Obrero, el sonido de la campana alertaba la presencia cercana del cortejo fúnebre.

Onorio Espinoza, hermano del fallecido ‘Hombre de la campana’, lideró la procesión que arrancó desde Sucre y Valenzuela, cerca de las 14:40 de ayer.

Luego de partir, un grupo conformado por aproximadamente 200 personas acompañó al féretro a la iglesia, luego a las calles donde Julio laboró como comerciante (Boyacá y Vélez, y, Chile y Aguirre) y finalmente al cementerio general, norte del Puerto.

Onorio, de 60 años, se encargó de que el sonido que inmortalizó y popularizó a su hermano, lo acompañara en su último adiós.

Él estaba subido en la camioneta Datsun que Julio Espinoza compró hace 35 años en 45 000 sucres y que le sirvió como vitrina de su negocio ambulante.

Desde arriba, con el baño de los rayos solares, Onorio y la campana con el adhesivo de Barcelona (una que Julio tenía guardada en su domicilio) encajaron musicalmente con el bombo y los cánticos de aproximadamente 15 barristas de la Sur Oscura que acompañaron al cortejo.

“¡Vamos campeón, hay que ganar... y... que suene la campana!, coreaban los integrantes de la barra brava de Barcelona.

El cántico de los ‘oscuros’ provocó que Onorio repicara la campana con mayor fuerza a medida que proseguían las arengas de la barra ‘canaria’ para armar una especie de pieza musical.

“¡Cuando yo me muera... quiero mi cajón... pintado de amarillo... como mi corazón” y “Allá en el otro mundo... donde se ha ido el pibe Julio... llegue este canto a su memoria de corazón”, fueron algunos de los cánticos que despertaron lágrimas entre familiares y amigos del desaparecido.

El ataúd de Espinoza estuvo cubierto por una bandera gigante de Barcelona, tal como era su deseo, según indicó Rafael López, amigo cercano del ‘campanero’.

“Y adentro, Julio se va llevando la camiseta amarilla y el gorro con el que iba a apoyar. La campana la deja, esa se va a un museo”, decía Rafael, entre sollozos.

El grupo que acompañó a Espinoza hasta la iglesia, donde se ofreció una misa en su honor, se unió al pelotón de hinchas que aguardaba en la avenida Quito para despedirlo en su paseo final.

Entre lamentos, lágrimas, cánticos y botellas de licor Cristal Seco, los amigos e hijos del ‘hincha número uno del
ídolo’ despidieron al que consideraban como ‘el alma del barcelonismo’.

Fuente: Elcomercio.com

El hincha # 1 fue sepultado ayer
500 se despidieron del “Hombre de la Campana”


Un mecánico callejero se persigna y saluda con un gesto casi militar al paso del camión de bomberos. Una muchedumbre de más de 500 personas rodea al gran vehículo rojo, que en la parte superior lleva los restos de Julio Espinoza, más conocido como “El hombre de la campana”.

Por la calle 10 de Agosto, pasando por la avenida Quito, y terminando en el Cementerio General, marcharon desde las 16:00 amigos y familiares del hincha número uno del Ecuador, quien animó durante más de 50 años al Barcelona y que falleció el pasado sábado, a causa de una complicación médica.

Partiendo de la iglesia Jesús Obrero, en Leonidas Plaza, a la caminata se sumaban cada vez más personas. Unos en bicicletas para “no cansarse”, otros a pie sonando campanas, y uno que otro comerciante que aprovechó la sed para ganarse un par de monedas.

Al paso de la bomba del coronel Aspiazu, los camiones rojos, allí parqueados, sonaron al unísono su sirena. Rinden homenaje a Espinoza, quien sirvió 35 años como bombero a la institución , lo que lo hizo merecedor de la mención de la Cruz de la Legión de Honor.

Avanzando dos cuadras más ingresaron por la puerta 6 del cementerio. Galo Roggiero, presidente del Barcelona, esperaba para mostrar su apoyo a la familia de Espinoza.

Los hinchas comenzaron a inundar todo espacio físico del mausoleo. Bolívar, el hijo más pequeño del hincha número uno, toca con fuerzas la herencia de su padre, mientras su llanto era ahogado por el cántico de los hinchas de “no se va...Julio no se va”.
Al último golpe del martillo que selló la tumba, vino el llanto colectivo. Ya nadie quería cantar, los presentes sabían que la campana había sonado por última vez, y que no volvería a sonar más, en el lado sur del monumental.

Fuente: Expreso.ec

FUE A DESPEDIRSE DE JULIO ESPINOZA
Apareció el hincha desconocido


el sonido de la campana, que era un rústico instrumental de metal, se lO escuchó por primera vez en la general del estadio capwell.

Nadie sabía quién era ese hincha que en 1958 apareció sentado debajo del marcador del Capwell llamando la atención cada vez que hacía sonar su rústico instrumento de metal: un tubo de acero de cuatro pulgadas y de 20 centímetros de largo que lo tocaba con un pedazo de tubo de escape, que sacó de su moto, y al cual le hizo soldar un rulimán grande.

Es ahora, 49 años después de su primera aparición y de que la Tricolor perdiera por segunda vez en esta Copa América de Venezuela, en que Walter Sánchez Rodríguez se identificó como ese hombre que nunca quiso figurar dentro de la hinchada "torera" porque todo lo que hizo fue tan solo para que su amor prohibido se fijara en él.
Ahora que su amada falleció, hace tres años, no oculta su identidad y el motivo que sin querer queriendo lo hizo tan popular en la afición barcelonista.

Ella, a quien no quiso identificar, estaba casada con un marino y la respetó hasta el final de sus días.
"Nunca hubo un acercamiento más allá que el del diálogo, cuando su esposo no estaba ella guindaba una toalla en su ventana, pero era una muchacha demasiado honesta", aseguró.

En 1965 se dedicó a su negocio de los carruseles y esporádicamente asistía a los partidos de Barcelona. Su próspero negocio se fue a pique cuando de la rueda más alta se cayó un menor de siete años, golpeando su cabeza con una piedra que le provocó la muerte.

Sánchez llegó a un acuerdo económico con la familia del menor, pero la "salazón" envolvió su negocio y a partir de ese hecho nadie quiso subir al carrusel. Y eso que recorría los diferentes cantones de la provincia del Guayas.
Tres años después decidió vender su negocio y viajar a Estados Unidos, donde obtuvo la visa y trabajó como mecánico. En 1969 fue su última aparición en la tribuna de un escenario deportivo.

En 1980 regresó a Ecuador, y se encontró con la novedad de que su "campana", la que tenía en un altar se le había extraviado o como él dice se la "robaron" aprovechando que su familia se cambiaba de casa, de las calles Gómez Rendón 1512, entre Antepara y García Moreno hasta Francisco Segura y Sedalana, en donde reside actualmente.
De la figura atlética que poseía solo quedan los recuerdos. En su juventud participó en pruebas abiertas de natación y en maratones, corrió tres veces desde Daule-Guayaquil.

Al velatorio del "Hombre de la campana" asistió apoyado de un bastón porque sus dos rodillas están operadas y tienen una prótesis que no le permiten andar con agilidad.

Aunque no mantuvo una amistad entrañable con Julio Espinoza, solo eran conocidos, le rindió la mañana de ayer un homenaje como si hubiera sido un amigo. Al pie del ataúd donde reposan los restos del hincha # 1 del ídolo, le entonó el cántico emblemático de Barcelona.

Aunque Walter Sánchez inició la tradición de tocar una "campana" en un estadio de Guayaquil, el personaje conocido como "Tatito", Pablo Aníbal Vela Rendón, papá del "Rey de la cantera", tomó la batuta por tres meses hasta que apareció Julio Espinoza.
"Se fue el hincha número uno de Barcelona y es difícil que sea reemplazado por su hijo de once años, porque ya en su juventud puede tomar otras decisiones", concluyó.

Fuente: Diario-extra.com

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