Juan Eulogio Madruñero Montoya idolo del idolo...

‘Nunca me achiqué, ni siquiera con Maradona’.


En la cancha parecía hormiga. No pasaba de 1,20 metros y con 100 libras de peso le asomaban las costillas. Sin embargo, cuando tocaba la pelota, aquel pequeño de menuda figura se convertía en una máquina arrolladora, que con un cañón, tanto de izquierda como de derecha, marcó una época.

En 1968, Juan Eulogio Madruñero Montoya, más conocido como “El Baby”, se convirtió, con 15 años de edad, en el jugador más joven de la historia en debutar en el Barcelona, club al que ayudó a sumar seis estrellas, incluyendo dos bicampeonatos, y ocho participaciones en la Copa Libertadores.
En la actualidad, con 54 años, cabello negro azabache y la piel que reclama por el castigo del sol, Madruñero se dedica a impartir sus conocimientos a los jugadores toreros de la Sub 12. Con tono rasposo recuerda sus inicios en el club canario, al que defendió fielmente durante sus 29 años de carrera.
Como pelotero de barrio, en las calles Chambers y José Mascote, ofrecía un espectáculo a los espectadores de la zona a la corta edad de 5 años. A los 13, fue descubierto por el reclutador de ligas menores Juan Vera.
Luego de convertirse en goleador de las menores, “El Baby” debutó a los 15 años en la primera división contra Liga de Quito, junto a Pajarito Cantos y Luciano Macías.

Entró al gramado con unos zapatos tres tallas más grande que la suya, porque no había molde para un pie tan pequeño, lo que provocó una lucha a cada paso que daba. Esa vez fueron derrotados; no obstante, en el siguiente partido contra el Everest vino la victoria, y el primer gol que lo consagró. En la prensa lo dibujaban con un chupón, incrédulos de que un ‘enanito’ como ese pudiera jugar como un gigante. De ahí el apodo, que tuvo como autor intelectual al Rey de la Cantera’.

Con su primer sueldo, de 300 sucres, Madruñero le compró un par de zapatos a su mamá, que con la nariz pegada contra el vidrio miraba cada vez que iba al mercado. “Eran negros sin tacón, así le gustaban a ella”, dice.
Su pequeña estatura le permitía escapar de sus marcadores, lo que muchas veces lo metió en problemas porque siempre había algún ‘picado’ al que no le gustaba el ‘Baile del Baby’.

“En Nueva York casi me mata un defensa grandote de la selección de Escocia, quien estaba cansado de mis amagues. Me alzó del cuello y me dejó con las patas en el aire”, recuerda el ”Baby” entre sonrisas.
Pese a su estatura nunca se achicó contra un rival. Venció a jugadores de la talla de Maradona, Forlán, Pedro Rocha y Pavone, “eran de carne y hueso, lo único en lo que me concentraba era en meter goles”, recuerda.
Su más grande orgullo es haber jugado junto a Alberto Spencer, Peláez, León y Bazurco, con quienes se adjudicó, en 1971, el primer bicampeonato para Barcelona, cuando los toreros tuvieron un “Cepillo”, un “Perico”, un “Cura”, un “Baby” y una “Cabeza Mágica” en la cancha.

Y como en un libro de anécdotas, que piensa algún día escribir, vinieron muchos triunfos más. Sin embargo, gastando sus últimas fintas decidió retirarse en 1988, cuando aún se encontraba en la gloria. “Yo dije que dejaba el fútbol antes de que el fútbol me deje a mí; me retiré campeón, di todo lo que pude”.

Está consciente de que el tiempo es implacable y que no perdona, sin embargo, no puede dejar de jugar al fútbol. “Paré y me comenzó a doler el pecho, por eso sigo jugando en mi barrio”, afirma mientras se arrima a las rejas de una cancha situada arriba del sitio donde es preparador, para ver más de cerca a los jugadores de la Sub 18.

Un grito viene de la cancha, es de uno de los jugadores de la Sub 18: “Véngase profe, a ver si lo que dicen es cierto”, exclama.
Madruñero se dispone a jugar, no le importa un dolor perenne en la rodilla derecha con tal de enseñarles a los jóvenes un poco de fútbol importado, de una época en la que realmente se jugaba por la camiseta.

‘A los niños les enseño fundamentos’

Con un sol de las cuatro de la tarde que todavía quema, Madruñero comienza a entrenar a sus pequeños pupilos.
“El Baby” refuerza las bases de los jugadores desde temprana edad, lo prefiere de esta forma ya que son más dóciles y menos rebeldes, y según afirma, en esa etapa se moldea el estilo.

“Hay jugadores con buena talla, fuertes, pero que no saben cabecear o que no saben hacer una pared; eso es lo que les enseño, fundamentos”, aclara Madruñero.

El ex delantero resalta la importancia de tener un buen semillero, y de probar con jugadores nuevos, frescos, que pueden aportar con una inyección de energía al equipo. La regla de la inclusión de un jugador de Sub 18 le parece de lo más correcta, aunque cree que fue una burla que al principio los hicieran jugar solo un minuto. “El jugador se traumatiza de esa forma, se prepara un mes para jugar un minuto. Ahora los dejan treinta, pero los sacan; si están jugando bien, no hay por qué cambiar la fórmula ganadora”.

Para “El Baby”, el fútbol no es un trabajo, no puede considerar que a tanto goce se le pueda recurrir como un oficio tan bien remunerado, y, piensa es el actual problema de los jugadores. “Tanto dinero, tanta fama, nubla el juicio de los futbolistas. Cuando nos decían que teníamos que concentrarnos los fines de semana era a concentrarnos, y nadie se quejaba”.
Madruñero suena el silbato para dar término a la clase. Se despide de los muchachos y les da un par de consejos: “Jueguen con el corazón, estudien y háganle caso a sus mamás, es lo único que necesitan para ser felices”.

Fuente: Diario Expreso

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