Recordando a Mario Saralegui...

Mario Saralegui:Volver a los noventa


Fue figura en el Barcelona que clasificó por primera vez a la final de Copa Libertadores de América. Hoy, a los 48 años, desgrana recuerdos de fútbol y vida.

“Con el Barcelona de 1990 logramos que todo un país se una y terminen las rivalidades”.

Si hay algo que no se puede gambetear, es el tiempo. Mario Saralegui lo sabe y lo siente. Le basta con mirar las fotos de la final de la Copa Libertadores de 1990. Todos colgaron los botines. Unos se desligaron por completo del fútbol, otros son directores técnicos, e incluso algunos murieron, como Carlos Muñoz y Jimmy Izquierdo.
Han pasado 17 años y la figura de Mario Saralegui, aquel volante que además de buena técnica le sobraba “garra charrúa”, sigue siendo imponente. Ya no tiene el físico atlético de los años en los que derrochaba talento en los campeonatos y Copa Libertadores jugadas por Peñarol, River Plate y Barcelona. Mucho menos la melena rubio y frondosa que lo distinguió en la selección de Uruguay en el Mundial de México 1986.
Pero mantiene su esencia, la de un tipo apacible que respira fútbol.

Nostalgias
La última vez que jugó fútbol en estas tierras fue en 1991. Aún en su memoria pasan aquellos últimos minutos vistiendo la camiseta del Emelec, frente a Deportivo Cuenca. Pero, sin dudas, lo que más lo marcó fue su paso por Barcelona, donde en 1990 se consagró junto a otros dos extranjeros que marcaron época: Marcelo Trobbiani y Luis Alberto “El Loco” Acosta.
Antes de colgar los “pupos” tuvo un paso por su amado Peñarol y por el Rampla de su tierra natal, Uruguay. Tenía 35 años en 1994, cuando dijo adiós.
A partir de esos días, cambió la camiseta por la leva y la corbata; el césped por la pizarra y el micrófono: se convirtió en comentarista de fútbol. Esta última actividad fue el motivo por el cual regresó a Ecuador. Un canal de cable lo contrató para comentar la Copa América.

Los inicios, los sueños
La imagen imponente sigue intacta. Su elegancia al vestir y su seguridad al hablar nos obligan a callar y escuchar como alumno al maestro. Ya tiene 48 años; pero la imagen del niño corriendo atrás de la pelota de trapo por la ciudad de Artigas nunca se le olvida. “Veía a mi papá jugar y cuando se retiró me encantaba ver los partidos y escucharlos por la radio”.
Como si el destino le tuviera guardado un espacio en el Peñarol de los gigantes como Alberto Spencer, empezó a jugar en el Peñarol de Artigas. Ahí estuvo hasta los 16 años. En el equipo “Carbonero” jugó durante 15 años.
De su paso por Peñarol recuerda con emoción la Copa Libertadores de 1982, cuando derrotaron a Cobreloa de Chile en el estadio Nacional de Santiago. De la selección uruguaya, le quedó grabado el mundial México 1986.
Justo cuando la gloria le sonreía, le llegó la propuesta que lo trajo al puerto de Guayaquil, luego de haber jugado en el River Plate campeón del mundo en 1986 y el Estudiantes de la Plata que era dirigido por Oscar “Cacho” Malbernat”.
Tenía 30 años cuando llegó a Ecuador, por pedido de Malbernat, en aquel entonces técnico de Barcelona. Ahí empezó su romance con el club y la hinchada, que lo apodaba “El guerrero”, o “El Vikingo”.
Dice que no se olvida del aprecio de la gente, ni de la ciudad. Mira al cielo y se encuentra con enormes edificios que él no conoció en su etapa de jugador. “Guayaquil esta muy cambiado, está más grande y moderna. Pero el recuerdo más grato que tengo es haber clasificado a la final de la Copa Libertadores de 1990. Lástima que no pudimos ganarla. La euforia previa de la gente era impresionante. Fue una de las cosas más lindas que me pasaron, fue impresionante ver un país que se identificó totalmente con Barcelona y la rivalidad con los otros paso a segundo plano”.

Fútbol, ayer y hoy
Desde Uruguay, seguía como un hincha más lo que hacían Barcelona y la selección ecuatoriana. Por eso es voz autorizada para opinar de nuestro fútbol: “Es notoria la evolución que ha existido en los últimos 8 años. Se clasificó en dos ocasiones a un Mundial y se ha logrado tener un buen equipo, a pesar que los resultados en la Copa América no fueron los mejores”.
De Barcelona y Emelec, piensa: “Veo que el fútbol de Guayaquil no tiene el potencial de otros años. Ahora el poderío del fútbol ecuatoriano está en Quito”.
Ha pasado el tiempo. Mario Saralegui manifiesta que quizás ha cambiado físicamente, pero sigue siendo la misma persona. “Lo que cambia es que uno va teniendo más años, va pasando por otras experiencias de vida y posibilidades de seguir creciendo como persona. Yo tuve la suerte de jugar hasta los 35 años y luego dedicarme a esta profesión tan complicada como es la de ser entrenador, pero lo más importante es seguir ligado al fútbol”.
Tiene un título universitario como Licenciado en Psicología. “El logro más importante que he conseguido en los últimos años ha sido terminar la universidad”
Dice que si volviera a nacer, sería otra vez futbolista. “Jugar fútbol es tan hermoso que no se puede comparar con dirigir, ni comentar”
Todavía tiene sueños de fútbol. Uno de ellos es sentarse junto a Diego Maradona y preguntarle qué pasa por su cabeza, no como psicólogo, sino como colega y amante del buen fútbol.
Mario Saralegui, un romántico de la pelota y la vida.

Fuente: Revistaestadio.com

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